jueves, 1 de agosto de 2013

[Opinión]: Técnica y Mecánica:


Los platos rotos del transporte público, en el Estado de México… los pagas tú.



[Manuel Romero*]


Los malos usos y costumbres, parte indisociable del servicio público (según parece)


Era el mes de febrero, a inicios de este año, y un rumor se esparcía como la pólvora: el posible aumento a la tarifa mínima del transporte público en el Estado de México. Aunque, en aquel entonces, el Vocal Ejecutivo del Instituto del Transporte del Estado de México, Iván Lugo, declaró que el estudio anual de la Comisión Revisora de Tarifas no sustentaba la petición de los transportistas.

A inicios de la semana pasada, dos meses después, el titular de la Secretaría del Transporteanunció que en mayo se dará a conocer el incremento de dicha tarifaque actualmente es de $7.00. Cabe destacar, además, que los transportistas del Estado habían anunciado un paro de labores, mismo que fue cancelado.


Y aquí, es donde la puerca torció el rabo. 



¿Por qué diablos es tan caro el transporte público en el Estado de México y por qué a mí, a ti, a ella, a él, a nosotros, a ustedes y a ellos, “no nos sale”?


Entre los argumentos esgrimidos por los transportistas están principalmente el incremento a los combustibles e insumos en general, además de su “baja rentabilidad”, claro.

Formalmente, el precio de la tarifa mínima vigente en el Estado de México se determina a partir de los elementos o categorías que establece el Reglamento del Transporte Público y Servicios Conexos del Estado de México, que son: sueldos y salarios, combustible, lubricantes, mantenimiento preventivo y correctivo, llantas, reparación de carrocería, seguros de responsabilidad, impuestos y derechos directos, gastos de administración, depreciación de equipo, utilidad y fondo de liquidación personal. ¿Se cumple con ellas? (La calidad del servicio es otro cantar).

Sin embargo, bien cabría reflexionar qué gastos son imputables directamente a la prestación del SERVICIO PÚBLICO –concesionado o permitido— de transporte público, y que finalmente somos los usuarios quienes terminamos pagando.

Es claro que el incremento a los precios de los combustibles (diesel o gasolina) afecte directamente a los concesionarios o permisionarios, pues, este es su insumo “básico”; sin embargo, si los concesionarios o permisionarios han visto decrecer la rentabilidad del negocio quizá las causas estén en otro lado. 

Por ejemplo, prácticas que a nadie escapan como: “corretear el pasaje” o darse “picones” con el compañero de ruta, los intervalos de salidas mal planeadas, es decir, una relación oferta-demanda y el consumo necesario de combustible para una “demanda” no necesariamente existente durante el trayecto; mala planeación de rutas y, no respetar lugares designados para ascenso y descenso de pasajeros; lo que generalmente causa que no mantengan una velocidad moderada o que constantemente estén frenando y acelerando, lo que, a su vez, genera un consumo mayor –ineficiente e innecesario— de combustible. Además, claro, un mayor desgaste del motor, llantas, frenos, etc. (GASTO QUE, SÍ ¿NOSOTROS DEBEMOS CUBRIR?). Y, por otro lado, la nula capacitación de los conductores en el fino arte del volante e ignorar la diferencia entre un motor a gasolina y uno a diesel, o “volarse” los topes, “echar lamina”, no respetar los semáforos y procurar los baches; esto, en consecuencia, genera un desgaste a los vehículos en fin, como dije, estas prácticas a nadie escapan y, al mencionarlas, no intento dar con el hilo negro del tema, sino verlo desde otra perspectiva: la técnica y la mecánica. 


y ello, la necesidad de adquirir refacciones (o eso SUPONDRÍA…


En conclusión, la solución no está en incrementar la tarifa, sino regular el transporte, incluso en una mejor planeación urbana, en una mayor y real participación de las autoridades municipales y de los usuarios, en una verdadera capacitación de los conductores, en acotar el poder fáctico que hoy constituyen las organizaciones de transportistas. No olvidando que los usuarios también debemos asumir responsabilidad haciendo un uso adecuado de este servicio. 

Sin duda, este argumento da para más, pero sólo soy un pequeño cafre al volante que habla desde la experiencia.  Por último, último, último, bien valdría la pena hacerle unas modificaciones a los reglamentos vigentes en la materia, ya saben, por aquello de “las reformas que el Estado de México necesita”. ¡Vamos a mover al Estado de México!, pero con un mejor servicio de transporte público, porfas.

Mayores referencias: Periférico norte (Mundo E), Calzada Ignacio Zaragoza y Vía José López Portillo (entre otras). Los reglamentos que pueden consultar: Reglamento del Transporte Público y Servicios Conexos del Estado de México, Reglamento Interior de la Secretaría de Transporte y Reglamento Interno del Instituto del Transporte del Estado de México.

[*Manuel Romero es Licenciado en Derecho y conductor-cafre (como afirma en este artículo]

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